Hno. Dany Sánchez Montero CM

La Semana Santa, llamada también Semana Mayor, es el tiempo de gracia más importante para todos los cristianos, pues en ella recordamos el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Se inicia con el domingo de Ramos y concluye con el domingo de Pascua. Durante este tiempo, no solo debemos recordar con tristeza lo que Jesús padeció al ser ajusticiado por los romanos, sino también, comprender el verdadero sentido de su muerte, y sobre todo de su resurrección. Además, supone conmemorar su entrega generosa por cada uno de nosotros, el amor incalculable con que nos ama y el poder de su resurrección, que es el anticipo de la nuestra, y que nos recuerda que hemos sido creados para vivir eternamente junto a Dios.
Debido al contexto de pandemia en que nos encontramos, este año, por segunda vez, viviremos la Semana Santa sumergidos en medio de la desolación, provocada por el temor y la angustia de no contraer este virus que ha cobrado la vida de muchos familiares y amigos. Nuevamente nuestra fe y nuestra esperanza en Dios, se ponen a prueba en estos tiempos difíciles, donde nos toca dar testimonio de que en medio de todo lo que vivimos, Dios nos ama hasta el extremo muriendo en la cruz.
Por otro lado, la Semana Santa, nos recuerda que debemos acoger a Jesús, que habiendo entrado triunfalmente a Jerusalén, es condenado a muerte y crucificado, pasando por un vía crucis. El sentimiento de dolor por el que pasa Jesús, se une al vía crucis cotidiano de muchos hermanos nuestros, que afrontan el dolor y la desesperación provocada por la enfermedad y la muerte de seres queridos. A ellos debemos unirnos también nosotros, abriendo nuestro corazón para ver en ellos el rostro de Cristo.
Este Cristo que haciéndose uno con nosotros, tocó lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar el mal que cunde en el corazón de muchos hombres y mujeres, nunca nos abandonó, al contrario, experimentó el dolor y la muerte, y nos salvó de nuestro sufrimiento. Por eso, es a Él a quien debemos mirar en este tiempo, es a Él a quien debemos acudir para alivianar nuestra cruz, gozar de su amor, y junto a Él vivir a plenitud nuestra fe, esperanza y caridad.
Es cierto que el camino es doloroso, que muchas veces no logramos comprender la oscuridad por la que atravesamos, y pensamos que ya no hay nada que hacer, pero debemos recordar que Cristo rompe con la oscuridad y nos ilumina con su amor. Así, el dolor se convierte en esperanza, al saber que nuestra realidad será diferente porque Cristo ha vencido la muerte y nosotros con Él. La alegría de sabernos salvados por Cristo nos debe llevar también a proclamar con nuestro testimonio los signos del Resucitado.
Por ello, la Semana Santa, no nos debe limitar solamente a la conmemoración del misterio pascual, sino debe ser un tiempo para adentrarnos en el misterio de Cristo y hacer nuestros sus sentimientos y actitudes para que, junto a Él, y en unión con todos nuestros hermanos que sufren, seamos capaces de alegrarnos y gozar de la resurrección.
