Durante cuarenta días, la Iglesia nos regaló un tiempo de conversión y preparación para celebrar la pasión muerte y resurrección de Cristo, un tiempo privilegiado para volver a Dios. Y aunque en la realidad nacional e internacional se han ido presentando sucesos que han generado conmoción por el caos, la violencia, la inestabilidad, la muerte, etc., esto no nos ha apartado del Dios de la historia que camina y sufre con nosotros.
Por ello, con el espíritu renovado empezamos la Gran Semana, la Semana Santa, que nos pone al pie de la Cruz y nos acerca al sepulcro vacío donde nos alegraremos por el triunfo de la vida. Durante esta semana iremos descubriendo cómo la gloria de Cristo llega a su máximo esplendor en la pasión y en la Cruz. En el domingo de Ramos recordamos la gloriosa y triunfante entrada de Jesús a Jerusalén. En este día centenares de personas lo alaban y reconocen públicamente como Rey y Mesías. Sin embargo, unos días más tarde lo van a negar e ignorar, e incluso pedir que lo crucifiquen.
Iniciada la Semana Santa, como discípulos del Maestro, lo acompañamos cada día, de manera especial en lo que llamamos triduo pascual. Así, el jueves santo, Jesús en la intimidad con sus apóstoles, nos ofrece un ejemplo de servicio y humildad a través del gesto del lavatorio de los pies; además, con el deseo de permanecer en medio de nosotros, instituye la Eucaristía. El viernes santo, es el día más doloroso del año, nos encontramos en tinieblas, acompañando el camino del condenado a muerte, del torturado y humillado. Es el día que debemos hacer nuestros los pasos de Jesús, el dolor y la muerte, como expresión de un amor total.
El sábado santo, permanecemos en oración junto al sepulcro. Experimentamos la ausencia de Aquel que se sometió a la muerte para salvarnos. Es el día bisagra entre la muerte del viernes y la alegría de la resurrección del domingo. Por eso, ya en la vigilia pascual empieza la alegría y el gozo de la Pascua, la alegría inmensa de sabernos salvados e hijos de Dios. Esta es la fiesta más importante para todos los cristianos. Con el domingo de resurrección, se abre un nuevo tiempo en el que se centra toda nuestra fe: la Pascua de la resurrección de Jesús.
Que estos días santos, y después de un tiempo en el que parecía que no había forma de volver a la normalidad, acudamos a celebrar los misterios de nuestro Señor Jesucristo. Vivamos a profundidad los eventos centrales de nuestra fe, y pongamos en las manos del crucificado todos nuestros males. Que estos días, los dediquemos a la oración personal, comunitaria o litúrgica, celebrando dignamente y viviendo santamente los misterios de nuestra redención; para que poniendo el corazón, en la entrega de todo aquello que nos aleja de Dios, dejemos que Jesús, muerto y resucitado, permanezca en nuestra vida.
Hno. Dany Montero Chávez CM.