La historia tuvo lugar en el Monte Carmelo (Israel). La tradición cuenta que en tiempos en que ocurría una terrible sequía el profeta Elías, quien vivía en una pequeña gruta del referido monte, le prometió a Dios que el pueblo dejaría de adorar al dios pagano Baal si ponía fin al fenómeno.
Aquellas peticiones se dieron en el Monte Carmelo, donde no fue hasta la séptima ocasión que vio “una nubecita no más grande que la palma de la mano” que diera fin al estiaje e inicio a esta historia. El vínculo entre Elías y el lugar en cuestión dio lugar a que los creyentes fueran hasta allí para venerar el espacio y dar paso al nacimiento de la Orden de los Carmelitas.
El 16 de julio de 1251, San Simón Stock, superior de los padres Carmelitas del convento de Cambridge, informó que la imagen de la Virgen María se le aparecía con un escapulario que daba paso al cielo a quien lo portara y que esa persona no iría nunca al infierno.
“Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”. La devoción se extendió a varios países de Europa -España sobre todo- donde su advocación se encuentra más arraigada.
El mismo San Simón Stock incluso fue quien llamó a la Virgen “Stella Maris”, que quiere decir “estrella de los mares”, lo que propició que el colectivo de marineros se encomiende a ella. Años después, en 1901, se convertiría en la patrona de los marineros y, en especial, de la Marina de guerra española y del resto de navegantes del mar.
En el Perú, la devoción por la Virgen del Carmen es una de las más importantes del calendario católico anual, e incluso esta es considerada como la patrona de Lima, de los Barrios Altos (donde está ubicada su iglesia principal) y del criollismo.